viernes, noviembre 07, 2014

Promesas Incumplidas


El vaivén de aquella mecedora mecía su derrotado cuerpo mientras que ella maldecía ese perverso sentimiento llamado amor. Desde que él se había ido, había llorado como nunca por la pérdida del que había sido su primer amor. Ya no le volvería a ver más, ya no volvería a ver a aquel fullero que hacía palpitar su pequeño corazón.

El día que comenzaba iba a ser un día fuera de lo común. No sólo por el inhóspito terremoto que la había devuelto del mundo de los sueños, sino porque su madre había invitado a comer a un amigo de la infancia y a sus hijos. La verdad es que no tenía muchas ganas de aquello. Pasar el día con unos desconocidos no era algo que le llamara la atención.

Habían pasado ya cinco horas desde aquel terremoto matutino y no se podía imaginar que un nuevo terremoto volvería a sacudirla. –Ding dong- La puerta sonaba y todavía no se había acabado de vestir. Seguramente su madre se enfadaría con ella por no estar todavía lista. Desde su habitación escuchaba las voces de su hermano, de su madre y la de los tres desconocidos. Además de la del amigo de su madre se oían la de una niña pequeña y la de otro niño que parecía de su edad. Su corazón se estremeció; a lo mejor no sería tan malo conocerles, en especial al chico de su edad… ¡Por fin había acabado de arreglarse! Ya podía salir a conocer a recibir a los invitados.

Él estaba expectante. Tras una mañana haciendo locuras con un trineo en la sierra su padre les había llevado a comer a aquella casa. Allí había conocido a un inquieto niño de algunos años menos que él. Le caía bien, era imposible llevarse mal con él. Sin embargo tenía ganas de conocer a su hermana. De pronto una puerta se abrió y apareció tras de ella una niña guapísima. Sus miradas se cruzaron, sus corazones se estremecieron.

Aquella mirada de ilusión se fue transformando a pasos agigantados en una mirada de complicidad. La inocencia de unos muchachos de a penas catorce años convertía esa historia de amor en la más bonita historia de amor. Nunca hubo un beso, sólo abrazos y capturas de mano. Nunca hubo algo sexual, sólo juegos y complicidad. Nunca hubo una declaración de amor, ambos sabían lo que sentían el uno por el otro.

El vaivén de la marcha del autobús había amodorrado el cuerpo de aquellos dos adolescentes enamorados hasta el sueño. Ambos abrazados dormían mientras sus mentes recordaban aquel fantástico día. Un agradable paseo por la playa cogidos por la mano había consolidado el candor de su amor. Ahora acurrucados el uno sobre el otro deseaban que ese día no terminara. Sin embargo, nada es para siempre. Ni siquiera las historias más bonitas de amor.

El detonante pudo haber sido cualquiera. Desde un malentendido hasta una disparidad de opinión irreconciliable. Eso no importa. Lo importante era que el drama se había desatado y con él, el ocaso del paraíso. Lo supieron al llegar a aquella casa: sus padres no querían volver a verse, ni que sus hijos se volvieran a ver. Ella corrió a su habitación. Se encerró y no pudo parar de llorar. Él trató de convencerla para que saliera. Pero su pena no la permitía salir. Luchó con todas sus fuerzas porque quería volver a verle, despedirse de él, abrazarle por última vez. Pero al volver a verle sus piernas se vinieron abajo. Hecha un ovillo maldecía a aquellos adultos, quería morirse. – Te prometo que nos volveremos a ver – Esas fueron las últimas palabras que escuchó de boca de aquel niño que tanto había querido.

El día de su vigésimo-noveno cumpleaños llegaba a su fin sintiéndose una mujer plena. Tenía un buen trabajo, unos amigos maravillosos y un novio que la hacía feliz. – “Feliz cumpleaños fullerita, te acuerdas de mí”. – Quince años después, un terremoto en forma de inocente mensaje de facebook volvió a estremecer su ya recuperado corazón. Recordó por un instante aquellos fabulosos momentos que había pasado con quien ahora le escribía. Pero ya no era una niña y su pasado no podía traicionar su presente. –“No, lo siento”.- Respondió con gran dolor en su corazón.

Chechu,
07/11/2014

No hay comentarios: