lunes, septiembre 30, 2013

Los Pecados de Mourinho

Corría el 28 de abril del año 2010 cuando Pep Guardiola consiguiera la victoria más insustancial de su carrera. El todo-poderoso "Barça" de Messi, Iniesta, Xavi y compañía le ganaba al "Inter" por la mínima en un soporífero partido de vuelta de semifinales de "Champions". Sin embargo, el 3-1 del partido de ida le daba el pase a la final al equipo dirigido por José Mourinho. Por aquel entonces, nadie pensaba que aquel portugués famoso por sus inicios traduciendo a Bobby Robson sería capaz de realizar tamaña proeza con un equipo claramente inferior. No obstante, encontró la fórmula para anular ese "tiki-taka" alabado mundialmente: jugar a no jugar.

Mientras media España estaba de luto por la derrota del equipo blaugrana, en la capital del Reino se oían voces de gozo. Entre esas voces se encontraba la de Florentino Pérez; ese presidente del Real Madrid famoso por llegar a lo más alto mediante una dudosa moral empresarial y por abusar del todovalismo. En su empeño por convertirse en el "mejor" presidente de la historia del equipo merengue, se le metió entre ceja y ceja vencer al mejor Futbol Club Barcelona de la historia. Pero tras una temporada soportando una y otra vez los éxitos del "enemigo" y alguna que otra derrota no esperada, vio que el juego alegre del que hacía gala el "mister" en nómina no era suficiente para derrotar al equipo culé. Por eso, y porque su mentalidad no le hace ascos al todovalismo, decidió contratar al "Special One" y de paso vender el alma del Real Madrid al mismísimo diablo.

Para ayudarle, “Tito Floren” acometió una serie de fichajes esperanzadores. Así, llegarían jugadores que habían destacado por su calidad futbolística y su capacidad de elaborar juego: Mesut Ozil, Sergio Canales, Pedro León… un jugador muy vertical como es Di María, otro con fama de ser un muro en el centro del campo como es Khedira, y el que siempre fue el ojito derecho del entrenador Portugués: un defensa central de 32 años.

Si bien es cierto que Ricardo Carvalho hizo una buena temporada, siendo un auténtico muro defensivo en la línea de atrás; su rendimiento se limitó a esa temporada. A partir de la siguiente, desapareció de las alineaciones y convocatorias del entrenador portugués. Pero el error no fue tanto el fichaje de un jugador en el ocaso de la carrera, como el ignorar la grandísima temporada anterior que hicieron Albiol y Garay. Tras la lesión de Pepe, esos dos jugadores literalmente se salieron. En vez de apostar por ellos y recompensar, así, su esfuerzo, Mourinho prefirió a su decrépito ojito derecho.

Error parecido fue el que cometió con Sergio Canales y Pedro León. Es conocido que Mourinho quiere para sus equipos gente muy experimentada y con enorme capacidad de sacrificio defensivo. Pero también es cierto que lo que diferencia de un buen entrenador de uno mediocre, es el saber sacar provecho de las cualidades de sus jugadores. En ningún momento trató de adaptar su inmobilista estilo de juego para acoplar a dos jugadores que maravillaron a todos durante la anterior campaña.

Aunque llevaba tiempo consiguiendo éxitos por Europa, con aquella victoria frente al Barcelona presentó al mundo su peculiar estilo de juego. Un estilo consistente en jugar como un equipo pequeño: todos atrás y en la recuperación, patadón hacia adelante para que la estrella del equipo se la juegue él sólo. De ahí que Di María y Cristiano Ronaldo se convirtieran en piezas tan importantes en su esquema de juego. Le da igual tener jugadores creativos y de toque como Ozil, Sahin, o Gago, que él siempre se va a dedicar a aburrir a la grada. No obstante, eso no es culpa exclusivamente suya. Una afición acomplejada y más preocupada por una absurda rivalidad, también tiene parte de la culpa. Resulta curioso ver aquellos que alababan el juego de toque de Valdano, como ahora despotrican del juego de toque de Guardiola. Cuando resulta que todo el mundo, menos los seguidores del Madrid, alaba un determinado estilo de juego; lo lógico es pensar que los equivocados son los que no lo alaban.

La llegada del entrenador nacido en Setubal trajo consigo un encrudecimiento de esa insensata rivalidad entre las dos aficiones rivales. Mourinho, especialista en jugar también fuera del campo, sabía que una mayor tensión beneficiaría el anti-futbol practicado por su equipo frente al juego alegre del Barça. Siguiendo esa sibilina pauta, criticó con dureza los árbitros y las fechas de los partidos, esperando así una recompensa ajena al pobre juego de su equipo. Poco debe de confiar en las posibilidades de su equipo cuando recurre a semejantes ardides. Desgraciadamente, la Liga no tuvo agallas para sancionar tal actividad; algo que si hizo la UEFA. Su idea de encrudecer la rivalidad entre los dos equipos más famosos de nuestro país, se vino al traste cuando los sensatos capitanes de ámbos equipos, Iker Casillas y Xavi Hernández, decidieron apaciguar las aguas. Algo que Mourinho nunca perdonaría al bueno de Iker.

Su llegada también propició un empobrecimiento de la imagen de un equipo que quiere darse a conocer por su señorío. Ya no por sus actos extravagantes más propios de niños chicos como cuando mostró en una rueda de prensa los trece supuestos errores de cierto árbitro, o como cuando mostró otra lista de los canteranos que no habían triunfado en el equipo blanco; sino por sus continuas ofensas hacía otros equipos y hacia sus propios jugadores.

Muy famosos fueron sus enfrentamientos con el malogrado Preciado, su dedo en el ojo a Tito Vilanova, el intercambio de declaraciones con Pep Guardiola, o cuando esperó a un árbitro en el aparcamiento para cantarle las cuarenta. Ante todo este ataque a la imagen de la entidad que le paga; Florentino Pérez, el que tendría que pararle los pies, bien calladito. ¡A que va a resultar que Tito Floren no quiere tanto al Madrid como dice!

Otro episodio también famoso fue cuando trató de menospreciar a Pellegrini diciendo que él nunca entrenaría a un equipo como el Málaga. Por suerte, aquella sobrada más que menospreciar al ex-entrenador del Madrid, sacó a relucir las miserias del entrenador portugués. Como siempre, en vez de acudir a serenar los ánimos, Florentino volvió a hacer mutis. De nuevo muy mal Florentino.

Pero lo peor no son los ataques contra árbitros, entrenadores rivales y miembros de organizaciones futbolísticas. Lo peor son los continuos ataques contra los propios miembros de la Casa Blanca. La veda empezó con Pedro León, al que menospreciaba rueda de prensa tras rueda de prensa cuando le preguntaban por su suplencia. “Ni que fuera Zidane” decía el Portugués. “No, pero en el Getafe lo parecía” Pensarían seguramente otros. Las declaraciones del jugador una vez fuera del Madrid evidenciaban la tensión existente entre los dos. El caso es que algún rifi-rafe tuvieron que tener ambos para todo esto. Si, digo que debieron de tener algún rifi-rafe porque si de algo ha pecado siempre el “Special One” es de ser un entrenador caprichoso, excesivamente controlador y con un ego desmesurado. Por ello, no es nada de extrañar los continuos cruces de declaraciones entre Mourinho y Valdano, y Mourinho y Toril.

Jorge Valdano, un tipo que tras su peculiar labia esconde un envidiable sentido común, denegó al portugués sus peticiones de apoyo institucional en su campaña contra los árbitros y el fichaje de un delantero que supliera al lesionado Higuaín. Eso originó el consiguiente enfrentamiento que terminó con la cesión de Adebayor, Florentino dejando a Mourinho criticar a los árbitros, y con Valdano fuera del Madrid.

Con Toril la cosa fue más compleja. De todos es conocido el poco gusto que tiene el entrenador portugués de contar con jugadores desconocidos, en especial canteranos. También es conocido por todos el éxito que tiene la cantera del Barça y los canteranos del Madrid que no han triunfado vestidos de blanco. Por eso, ante las críticas de la prensa, Mourinho empezó con su peculiar juego de malabares dialécticos. Trató de convertir a un defensa central en un lateral, le quiso dar los galones a un imberbe de 17 años, alejó a Morata de la portería contraria, y trató de que el filiar dejara de jugar al futbol. Por suerte, esta vez Toril aguantó lo que no pudo aguantar Valdano.

El enfrentamiento con Pedro León no fue el único que tuvo con jugadores. Ni tampoco la única vez que se vio cómo su orgullo le impedía tomar decisiones en pos del equipo.

“Para qué necesito otro portero si Casillas es el mejor del mundo”. Declaraciones como esa o como cuando dijo que el capitán del Real Madrid se merecía el Balón de Oro, no presagiaban que en su último año dijera que mientras fuera entrenador del Madrid, Casillas no volvería a jugar. El pecado de Iker, ejercer de capitán y evitar que la estrategia bélica de Mourinho contra el Barça pasara a mayores. Muchos dicen que Iker debería de hacer caso a “Mou” ya que era el entrenador y, por lo tanto, su jefe. Pero ante todo, Casillas como capitán, debe de preservar la imagen de la entidad.

En cuanto tuvo oportunidad, un periodo de baja forma normal en cualquier deportista, José Mourinho mandó al banco a Casillas aduciendo que Adán estaba mejor. El destino, muy caprichoso él, quiso que Adán fuera expulsado nada más comenzar el partido, con lo que Iker volvió a su posición. Sin embargo, el destino cambió de orientación e hizo que Iker se lesionara, provocando así la vuelta de un canterano exiliado.

Cuando Casillas se recuperó de su lesión, Diego López siguió siendo titular. Ante la extrañeza de los medios y los aficionados, Mourinho volvió a hacer gala de su habilidad con la dialéctica. De pronto, Casillas entrenaba poco aunque nadie había visto como entrenaba. De pronto, Casillas era un topo aunque su esposa repitiera lo que muchos otros periodistas habían dicho anteriormente. De pronto, de nada valían los cinco premios consecutivos al mejor portero del mundo ni sus milagrosas intervenciones. El capitán del Real Madrid estaba condenado por el ego de un entrenador portugués.

Tras tres años de aguantar los caprichos y malas maneras de José Mourinho, el madridismo se ha librado por fin de él. Sin embargo, le va a costar desprenderse del daño recibido. Su legado, un equipo que ha perdido lo más importante, la personalidad.


Chechu,
30-09-2013

domingo, mayo 19, 2013

En Abril Coches Mil


El otro día, salí del trabajo con bastante prisa. La razón: tenía que comer y llegar a la otra punta de la ciudad en menos de una hora. En una urbe como Madrid, realizar tal recorrido en tan poco tiempo puede parecer una proeza. Sin embargo, tras tres años haciendo ese recorrido prácticamente todos los viernes, uno ha conseguido optimizarlo hasta tal punto que incluso me da tiempo a comer algo más que un sándwich o una porción de pizza comprada de mala manera. Para conseguirlo, hago un pequeño trayecto en coche de diez minutos a lo sumo, lo aparco justo al lado de una parada de autobús colindante con un restaurante de comida rápida, como en diez minutos, cojo el autobús, y tras un recorrido de veinticinco minutos, recorro a pie un trayecto de otros diez minutos. Total, una hora más o menos: prueba superada. 

El caso es que, como iba diciendo, el otro viernes me dispuse a recorrer todo ese camino con la única salvedad de que estaba lloviendo. Odio la lluvia. Y no porque no me guste mojarme, sino porque la lluvia hace que el coeficiente intelectual de la gente de esta ciudad se reduzca en un setenta y cinco por ciento. A la hora de decidirme entre el transporte público o el privado sopeso el tiempo que tardo, los posibles atascos, si tengo algún objeto voluminoso que transportar, la facilidad de aparcamiento... Lo que jamás tendré en cuenta a la hora de tomar esa decisión es si llueve o deja de llover. Si veo que llueve y no quiero mojarme, cojo un paraguas para protegerme de la lluvia y no un coche que ocupa mucho más espacio y es más difícil de guardar. 

En Madrid, desobedeciendo todo tipo de leyes dictadas por el sentido común, parece como si todo el mundo cogiera el coche cuando llueve. De esa manera, cortos trayectos de diez minutos se convierten en absurdos trayectos de una hora, y el coche pasa de ser un útil ayudante a convertirse en el origen de estrés, broncas y palabras malsonantes. ¿Es que ninguno de esos señoritos descerebrados que pululan en esta ciudad se da cuenta que en días de lluvia las circunvalaciones, calles principales, entradas y salidas de Madrid se colapsan? ¿Tan difícil es manejar un paraguas? 

Lo peor de esta situación no es que alguien coja el coche innecesariamente, sino que alguien coja el coche innecesariamente bajo unas condiciones en las que no sabe conducir. Si, a veces me da la sensación que todos mis compañeros de carretera o calzada hubieran faltado el día en el que en la autoescuela se contaba cómo era eso de conducir con lluvia. Conducir con el suelo resbaladizo no es fácil y no todo el mundo tiene entrenamiento suficiente como para lograrlo. ¡Si uno ve que no tiene recursos suficientes como para reaccionar ante un imprevisto en esas condiciones, lo lógico es aumentar la distancia de seguridad! Es increíble la cantidad de pequeños accidentes que se ven en los días de lluvia, que independientemente del daño que puedan ocasionar, ralentizan más el tráfico. 

Luego está el tema de la visibilidad, mucho más peligroso que el del piso resbaladizo. En días de lluvia, ésta se reduce; con lo que hay que tener en cuenta las consecuencias de ciertas costumbres ya de por si incívicas en días soleados. Si, por ejemplo, obstruyes un paso de cebra, algo muy habitual en esta ciudad, provocas que un peatón tenga que atravesar la calzada sin hacer uso de él. Si lo haces un día sin lluvia tanto los conductores ven al peatón como el peatón ve a los conductores, y la maniobra se puede hacer con cierto nivel de seguridad. En un día de lluvia, al no haber suficiente visibilidad, el peatón está mucho más desprotegido en esa circunstancia. Lo mismo, por poner otro ejemplo, con todos aquellos que les gusta hacer maniobras repentinas y sin avisar, en especial muchos motoristas. Uno de los abc's de la conducción es el no hacer maniobras si los usuarios de la vía afectados por esa maniobra no la pueden ver. 

Ante todo esto, tenemos la "suerte" de tener unos gestores de la ciudad "responsables" y que se "desviven" para solucionar los problemas cotidianos de los ciudadanos. Gestores que se "preocupan" de evitar cuellos de botella en la circulación, de buscar vías alternativas para solventar el colapso de una determinada vía, de mejorar el nivel de señalización y de ser reactivos y eficientes cuando ocurren sucesos que entorpecen la circulación. 

Dejando el sarcasmo a un lado, el otro día, también lluvioso, había dos agentes de movilidad controlando absurdamente un paso de cebra perfectamente controlado por un semáforo en perfecto funcionamiento, mientras que en la plaza de Manuel Becerra, situada a escasos doscientos metros, se estaba organizando un trifostio circulatorio de veinte pares de narices. El caso, es que vas circulando por la ciudad y no haces más que atravesar cuello de botella tras cuello de botella. Un clarísimo ejemplo de ello es alcanzar el túnel de María de Molina desde la calle Raimundo Fernández Villaverde, casualmente uno de los puntos más conflictivos en temas de circulación de la ciudad. 

Mención aparte merece el despropósito que organiza el Real Madrid con el beneplácito del Ayuntamiento de Madrid cada vez que hay un partido en el estadio Bernabéu. ¡Apañado vas como se te ocurra coger la Avenida de Ramón y Cajal! Una calle importantísima en la circulación de la ciudad totalmente cortada porque algún iluminado del Ayuntamiento permite al famoso equipo de futbol convertirla en aparcamiento privado para los autobuses de sus peñas. El agravante del "delito" viene porque dicho Ayuntamiento ni avisa del corte de la calle, ni informa de recorridos alternativos, ni se ha planteado establecer dicho aparcamiento en un sitio en donde no moleste.

La cruda realidad es que vivimos en una ciudad de señoritos descerebrados cuyos gestores reflejan su gran preocupación por los problemas circulatorios de la gente en expresiones del tipo "En Madrid no hay atascos" pronunciada por nuestro antiguo y "querido" alcalde con apellido de árbol, y la construcción de túneles innecesarios como el de la Avenida de la Reina Victoria por parte del actual Ministro de Justicia y peor alcalde con muchísima diferencia que hemos tenido en esta ciudad.

Chechu,
19/05/2013

martes, febrero 12, 2013

Una peculiar visión personal acerca del dopaje


Hace unos años, durante una emisión del programa "Escuela del Deporte", una conocida judoca ganadora de varios trofeos importantes declaró que no entrenaba aspectos técnicos ya que, según palabras suyas, estos no la hacen ganar combates. De hecho, reconoció ser técnicamente bastante nula y basar su quehacer durante los combates exclusivamente en la preparación física.

Durante la época en la que el Real Madrid ganó su novena Copa de Europa, uno de los componentes de su plantilla declaró en una entrevista a un conocido periódico deportivo que su labor en el campo se limita exclusivamente a correr detrás del balón. 

El jugador de baloncesto que hoy en día es considerado como el mejor pívot del momento es probablemente uno de los jugadores de baloncesto actuales con menos recursos técnicos y tácticos. Su secreto: un físico absolutamente demoledor.

Una de las tenistas con mayor talento para ese deporte que ha existido, Martina Hingis, declaró en una entrevista que una de las cosas que más le desagradaba y más absurdo veía para la práctica del deporte era hacer entrenamientos de musculación. En esa misma entrevista, también declaró que no tenía más remedio que hacerlo porque si no lo hacía estaba en desventaja con sus rivales. Unos meses más tarde de esa entrevista, una fuerte depresión hizo que Martina sucumbiera en una espiral autodestructiva que nos impidió admirar su enorme talento en frente de una red. 

Escuchando todo eso, me pregunto de qué sirve enseñar los fundamentos del Nage-No-kata y del Katame-No-Kata si quien tiene que ser fuente de motivación y mecenazgo para los que están aprendiendo habla tan negativamente de esos conocimientos. Escuchando todo eso, me pregunto qué pensarán todos aquellos que disfrutan del juego alegre y vistoso que practican jugadores como Xavi Hernández u Ozil. Escuchando todo esto, me pregunto qué opinará Hakim Olayuwon, aquel pívot de origen nigeriano que a pesar de tener un físico abrumador siempre destacó por su elegancia y su tremenda calidad.

La triste realidad es que si nos ponemos a analizar la evolución del deporte en los últimos 30-40 años, nos daremos de bruces con una situación bastante anómala si tenemos en cuenta lo que se conoce popularmente como el espíritu olímpico, base que rige o debería de regir el devenir de los deportes. La aparición de intereses económicos derivados de la publicidad existente en los eventos deportivos o el ansia de vender más y más periódicos de temática deportiva hacen que los medios de comunicación nos inculquen una y otra vez la falsa idea de la victoria ante todas las demás cosas. También, aunque eso lleva vigente más tiempo, se impone la extraña necesidad de sentir los colores de un determinado deportista o grupo de deportistas sin importar si lo que hace ese deportista o grupo de deportistas se ajuste a tus gustos o no.  Así, cada vez más se suceden los forofos sin personalidad que sin tener un motivo razonado quieren a toda costa y sin importar cómo que un equipo o deportista gane al otro. La triste realidad es que hoy en día ya no se va a futbol para admirar las múltiples cualidades de una serie de genios del balón, sino que se va al futbol para ver ganar o perder a un equipo. La triste realidad es que no nos alegramos ni nos entusiasmamos por una jugada fabulosa de un jugador "enemigo", sino que preferimos que un defensa evite ese deleite visual con una inoportuna falta.

Ante esta situación, cabría preguntarse cuál es la reacción del deportista. Su modo de vida y sus ingresos ya no dependen de mejorar y llegar al público. Sino que depende de ganar o perder sin que importe que se haga con un juego vistoso o aburrido. Nadie le va a criticar que juegue mal o peor mientras que gane. Por eso, es lógico que un deportista por propia iniciativa o imposición de entrenadores deje a un lado lo que es el deporte en sí mismo para tratar de ganar.

Se empezó tímidamente, arriesgando menos y volviéndose más conservadores. No voy a arriesgarme a hacer algo si se que ese algo puede perjudicarme de cara a ganar. Así, con esa mentalidad, se consiguió que deportistas que aportaban frescura al mundo del deporte como el Chava Jiménez o Sergio Rodríguez en sus inicios, fueran criticados por unos por precisamente aportar esa frescura y alabados por otros a partes iguales.

Esta metamorfosis inicial se dejó acompañar paulatinamente de otro cambio sustancial. La presencia física, antes accesoria se va a convertir cada vez más en el eje de la preparación de un deportista de cara a un evento deportivo. Poco a poco el interés por mejorar aspectos específicos del deporte y por ganar a los demás tratando de imponer el propio aprendizaje se ve mermado en pos de buscar un camino más seguro a base de pasar horas y horas levantando pesas. Tal vez pueda parecer igual de costoso y honroso el buscar la excelencia dentro del gimnasio, pero lo cierto es que de esa manera las competiciones deportivas pierden su esencia para convertirse en una sucesión de demostraciones atléticas. Ya no vamos a ver un partido de baloncesto o un combate de judo, sino demostraciones atléticas propias de una carrera de 100 metros o de la halterofilia.

Paralelamente a esto, se advierte un cambio en la actitud de muchos deportistas y una disminución de las tácticas y recursos técnicos utilizados. En el llamado "Deporte Rey" es frecuente ver a los equipos tratar de romper el ritmo del contrincante a base de faltas. Muchos jugadores de baloncesto se enorgullecen por realizar ese engendro llamado "trash talking". En el tenis, por poner un último ejemplo, ya no se ve a nadie deleitándonos con su juego en la red.

Llegados a este punto en el que la perversión del deporte ha llegado a tal extremo que se han perdido todos los buenos valores en pos del negocio y el vale todo, no se hace raro pensar que el siguiente paso lógico es el de ayudarse tomando algún "vitamínico". Sí, el dopaje es perjudicial y muy censurable. Pero si entendemos el dopaje como una ayuda extra ajena a lo puramente deportivo, ¿no se podría considerar también dopaje el "ayudarse" musculándose o utilizar marrullerías durante el juego? Si ya hemos abierto la veda de ganar a toda costa, ¿Qué moral nos impide el doping?

En los últimos años se han ido sucediendo las sanciones en el mundo del ciclismo a causa de EPO, transfusiones de sangre, y demás prácticas dopantes. Se ha llegado a un punto en el que se ha demonizado vilmente a unos pobres diablos que lo único malo que han hecho es hacer lo que todo el mundo hace. Tal vez en vez de tomarla con los Iván Basso,  Oscar Sevilla y compañía, lo que habría que hacer es replantearnos seriamente volver a los inocentes orígenes del deporte.

Chechu,

12/02/2013