domingo, agosto 10, 2014

Esa Horrible Prisión de Tela


Empieza el día como todos los demás. Una revitalizante ducha despierta y refresca cada centímetro de mi. En condiciones normales, el contacto con el agua, el jabón y la espuma deberían convertir ese momento matutino en el mejor del día. Sin embargo, no es el mejor del día; es el preámbulo a la agonía.

Mientras me acabo de secar observo la tristeza de mi hermana gemela. Yo también estoy triste pues sé lo que me espera en cuanto termine. Se va la luz y siento como una terrible fuerza me intenta sujetar. No puedo ver a mi hermana, pero sé que ella lucha por su libertad al igual que lo hago yo. Es imposible, me han vuelto a atrapar. Cada día desde hace casi veinte años se repite lo mismo. Cada día desde hace casi veinte años añoro esos felices momentos en los que jugueteaba con mi hermana gemela sin darle importancia al significado de la palabra libertad.

Está oscuro, me encuentro desorientada y me angustia saber que hace pocos minutos era libre. De pronto, mi prisión me estremece, me aprisiona y me golpea impunemente. Son alrededor de las nueve de la mañana y como todos los días algo pasa. Parece como si alguien luchara con mi prisión para ayudarme escapar. ¿Será Clara, mi amiga de la infancia? Seguramente, porque no sé quien más me podría ayudar a escapar.

La brusquedad de los movimientos de mi prisión se detiene. Definitivamente, como cada vez que lo intenta por la mañana, Clara no consigue liberarme. Aprovecho este momento de soledad y tranquilidad para recordar cuando era joven y libre. Cuando nadie notaba mi presencia y podía, por tanto, juguetear alegremente y sentir las caricias del viento.

Han debido de pasar unas cuatro horas y Clara tiene hambre, lo noto por los espantosos sonidos que emite mi vecina de abajo. ¡Qué pesadilla! Cada día escucho esa escandalera al menos tres veces al día. Cuando era libre lo soportaba con paciencia, al fin y al cabo tenía otras cosas con las que distraerme. Pero ahora prisionera, es un sonido angustioso e insoportable. ¡Por fin! Clara se levanta para acallar a esa desagradable chillona. Voy a seguir encerrada unas horas más, pero al menos con algo de tranquilidad.

Se sucede el resto de la tarde y el aburrimiento cae sobre mí. No hay nada más aburrido que estar prisionera en esta oscura y diminuta prisión. Aprovecho para recordar otros tiempos en los que Clara jugaba conmigo y mi hermana. Cuando chapoteaba junto con mi hermana en el mar sin preocuparme de las ataduras a las que me han conducido los años. Cuando era niña y era feliz.

Son alrededor las nueve de la noche. El estrés de todo el día parece haber llegado a su fin. Espero ansiosa este momento, el mismo momento liberador de todos los días. Noto un forcejeo y mi cárcel empieza a ceder. Miro hacia arriba y veo la sonrisa de Clara. Se la ve cansada, agotada pero sonriente. ¡Por fin me ha liberado!

Ahora, me esperan unas merecidas horas de descanso hasta que suene de nuevo ese horrible ruido que marca el principio del día. Entonces será cuando, de nuevo, Clara no tenga piedad y me vuelva a encerrar en esa horrible prisión de tela.

Chechu,
10/08/2014